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Testimonio único en su género por su espontaneidad, naturalidad y enfoque del relato. Estas líneas abordan el famoso "trance" desde un prisma poco habitual; no hay la ansiada visión y en contrapartida los resultados dan un cambio radical al iniciado, provocando una transformación total en su vida. Un abrazo con todo cariño de Ana Hatun Sonqo y el equipo de chamanismo para todos al hombre "Ducati".

 

Hola Ana:

Ya que me has animado, confesando también que deseaba hacerlo, voy a empezar mi relato para compartirlo con todos aquellos que quieran leerlo y sobre todo para los que estén meditando el dar el paso de tomar contacto con la medicina o madre ayahuasca, como yo lo estuve en su momento, ya que entonces esos testimonios a mi me ayudaron mucho a dar el paso, a pesar de que mi experiencia a la postre no se pareciera en nada a lo que había leído. Este solo es un relato que reafirma que las expectativas sobre la ayahuasca no sirven de nada, simplemente hay que vivirlo uno mismo.

Mi historia con la planta se remonta muy atrás en el tiempo, conocía su existencia desde que tenía 20 años más o menos, ahora tengo 36. Siempre me atrajo el misticismo que suponían todas las sustancias alucinógenas, o mejor dicho enteógenas, como la mescalina, lsd, peyote, ayahuasca....

Entre otras. En todo este tiempo, no tuve la oportunidad de satisfacer mi curiosidad plenamente con ellas, aunque probé algunas con el único resultado de hacer unas grandes risas con los amigos. Pero lo que realmente me atraía eran esos viajes reveladores de la armonía cósmica y la esencia del ser que tantas veces había oído contar.

Pasó así la vida como la de cualquiera, en cierto modo y sin saberlo, tal y como lo veo ahora, esperando a que llegara el momento en el que debiera experimentar aquello que en el fondo tanto anhelaba. Esto ocurrió, como he dicho a la edad de 36 años, con una cierta madurez, en el ecuador de la vida aproximadamente (o eso espero) y con una creciente inquietud espiritual, aunque no he practicado nunca nada relacionado con este aspecto de la vida, ni religión alguna, ni meditación, ni yoga... 

Nada de lo que había visto me llamaba especialmente, yo tenía la convicción innata de que de alguna forma la espiritualidad y la divinidad residían en el interior de todos y cada uno de nosotros y no es algo que venga de fuera hacia dentro, sino al revés. Y eso fue precisamente lo que descubrí en el chamanismo a través de la madre ayahuasca.

En este contexto, se dio un momento en mi vida bastante complicado, con un trabajo muy absorbente que me estaba estresando mucho desde hacía años, llegando hasta cambiarme el carácter, unas relaciones sociales y familiares en claro declive, hasta el punto de no hablarme con uno de mis hermanos, una adicción a la marihuana a la que no daba importancia y con un historial ya preocupante de sucesivas relaciones sentimentales fracasadas, siendo la última de estas la que me indujo al estado en el que sentí con claridad la llamada de la planta, de la ayahuasca y de ninguna otra. Fue así y no tiene otra explicación, la planta me llamó, llegó mi momento.

Entonces comencé una intensa búsqueda de información sobre ella, lo típico, internet, películas, documentales, artículos... y por supuesto también a través del testimonio directo de un amigo que la había probado cuando estuvo en Colombia.

Recopilé y absorbí como una esponja toda la información que pude alcanzar, a pesar de lo cual no me decidía del todo, si soy sincero, la idea me acojonaba, y lo hacía porque en cierto modo era consciente del trascendente paso a lo desconocido de mi ser que esto suponía. Contacté con chamanes en Perú, y a punto estuve de irme allí si no se hubieran completado en el último momento las plazas en un retiro que había organizado.

Sentir la llamada de la Medicina.

Fue entonces cuando encontré a Ana, la vi en una entrevista en internet y desde el primer momento me dio muy buen rollo, era una persona que me transmitía buenas vibraciones y lo que decía me parecía muy sensato.

La contacté por e-mail, me respondió de una manera muy amable pero con la característica que había detectado ya en otros chamanes, en modo alguno me incitó a dar el paso, se limitó a enseñarme el camino para tomarlo solo si yo lo decidía, una actitud muy sabia que en cierto modo me sedujo. Y lo hice, me apunte a la ceremonia.

Me decía a mí mismo, te vas a meter solo en una casa en el monte con diez personas que no conoces de nada a agarrarte un colocón de ayahuasca, quizás la sustancia alucinógena más potente conocida, te has vuelto loco tío! Pero a pesar de todo, algo me decía en mi interior que debía hacerlo y que iba a ser bueno para mí.

Pues allí que fui, tras la dichosa dieta, yo acostumbraba a tomar alcohol y fumar marihuana a diario, con lo que me resultó especialmente difícil seguirla, pero la hice a rajatabla, cosa que hasta a mi mismo me sorprendió. Tras pasar por todas las fases imaginables durante las dos semanas anteriores a la toma, en los días previos a la ceremonia me tranquilice bastante y decidí centrar mi petición a la madre en la salud, en esas pequeñas dolencias que yo achacaba a mi desequilibrio espiritual.

Con esa idea comenzó la experiencia, y digo experiencia porque para mí el trance comenzó desde que salí de mi casa hasta varios días después de la toma. Esto ha significado el comienzo de un proceso de cura que aun continua a día de hoy. Todo tuvo un gran significado, las personas que conocí, la ceremonia, las sensaciones...

Pues bien, la ceremonia!!! Por fin!! Los momentos previos fueron bastante tranquilos, tras romper el hielo, ya que allí casi nadie nos conocíamos, estuvimos conversando con mucha naturalidad de todo aquello que nos inquietaba, en lo que José nos ayudó muchísimo (mil gracias).

Y tras la tensa espera de los últimos momentos previos a la ceremonia todo comenzó. La puesta en escena fue maravillosa, a pesar de que a mí los rituales ceremoniosos nunca me han gustado, reconozco que me sentí cómodo. Tras los rezos, el tabaco (bendito tabaco después de una semana sin fumar) y demás, procedimos a realizar la toma, de uno en uno, en un ambiente de profundo respeto, unión y serenidad.

La primera sensación extraña fue el sabor del brebaje, que aunque malo, como cabía esperar, era soportable, pero lo sorprendente fue que me resultó un sabor familiar, como si mis papilas gustativas y mi cuerpo lo reconocieran sin haberlo probado nunca. Y a partir de ahí, lo que más me gusta del chamanismo, no hay reglas, solo te las pones tu mismo, y la música, bendita la música!

El gran desengaño, el "viaje" inexistente.

Pues bien, ahora tocaba el viaje... Que viaje? Ninguno! Vaya mierda!! Ni visiones caleidoscópicas, ni entes angelicales, ni nada de nada. Pasaron las horas, una segunda toma, y nada. Me esforzaba en dejar mi mente en blanco, en olvidar expectativas, en relajarme y nada, no había manera, toda la noche siendo mero espectador de los trances de mis compañeros, que eran de lo más variopinto, desde una total sobriedad. Que decepción!! Suplicaba al menos un triste vómito! Algo, por Dios! Pero nada sucedía.

Mi sentimiento rozaba ya el cabreo. Pero cuando casi la ceremonia estaba ya acabando, Ana se acercó a mí y me dijo cuatro cosas, de esas que no se pueden contar, pero que para que lo entendáis era como si me hablara yo a mi mismo a través suyo, como si las entrañas de mi ser fueran un libro abierto para ella, eso me desconcertó, y en ese preciso instante comencé a vomitar, pero de una manera que nunca había sentido y de forma continua, perdí la cuenta de las veces que purgué. Eso sí, sobrio total, y de visiones nada de nada.

Después de eso, ocurrió el episodio de la rubia hija de puta, siento ser tan soez pero esas fueron las palabras exactas, fue algo tan espectacular como difícil de explicar, estaba relacionado con una antigua novia que tuve, algo que me pilló totalmente por sorpresa, no me lo esperaba para nada, pero Ana, como en medio de un arrebato tras haberlo visto, se dirigió a mi bastante agitada y me describió a la susodicha con todo detalle, increíble! Al parecer la chica en cuestión era un poco bruja, o mucho, no lo sé, aunque la verdad no es que se pareciera a la del cuento de cenicienta, y alguna especie de maleficio me había conjurado. Juro que yo no le hice nada malo. Entonces Ana, al grito de "esto no se le hace ni a un perro!!!" entre otras lindezas, empezó a hacerme cosas por todo el cuerpo para sacármelo.

Yo no entendía nada pero me deje llevar, lo cierto es que si que sentía una presión rara en el bajo vientre,  y entonces dijo Ana: "lo tienes en la polla!!!" Dios!!! me dije, justo tenía que ser ahí?, pero en fin, si hemos llegado hasta aquí, de perdidos al río, entonces puse también de mi parte para expulsar ese mal, que con la fuerza de Ana, con unas piedras que me colocó ahí mismo y luego con el apoyo de Ure, la asistente, lo conseguimos sacar en forma de unos vómitos mucho más violentos aún de lo que habían sido hasta entonces (un millón de gracias una vez más Ure).

Después de esta tremenda y larga purga, la ceremonia finalizó con la limpieza, lo que me dejó ya más relajado, aunque nunca abandoné mi estado de sobriedad. Conseguí dormir creó que un par de horas y después de desayunar y compartir las vivencias con los compañeros, con todos ellos en un ambiente de total fraternidad, todo acabó y de vuelta a casa.

En aquel momento mi sensación era de una cierta decepción, porque realmente no había visto nada y ni un atisbo de mis expectativas se habían cumplido. Solo me había vaciado de no sé qué a base de vomitar, porque nada comí el día de la toma, y no sentía nada en especial.

Y después de la tempestad... llego la calma.

Pero entonces algo maravilloso sucedió, regresando a casa, mientras conducía mi moto por una preciosa carretera costera y en el horizonte el sol se ocultaba, sin motivo aparente me invadió una incontrolable convulsión de alivio, felicidad y no sé cuantas buenas sensaciones más, que provocaron que riera, llorara y gritara todo junto sin control durante más de media hora, casi hasta llegar a mi casa. Fue como la erupción de un volcán en mi interior. Un sentimiento increíblemente bueno jamás conocido.

A partir de ahí y hasta hoy, la paz interior en el sentido más profundo de la expresión, podría decirse que es el resumen de mi vida.

Y gracias a eso muchas cosas han cambiado y se han ido colocando en su sitio, he solucionado mis problemas familiares, el ambiente en el trabajo ha mejorado muchísimo, he reducido drásticamente el consumo de marihuana sin ni siquiera proponérmelo, sentimentalmente he zanjado asuntos y me siento más predispuesto a reemprender relaciones sentimentales con la sensación de que ahora no fracasarán, todo ha cambiado en cierto modo, hasta mi relación con la panadera del barrio, no sabría explicarlo bien.

Y una cosa muy llamativa, desde entonces lo que hago por las noches es dormir y no lo que hacía antes, y no es que tuviera problemas de sueño, ni muchísimo menos, la diferencia es a nivel de descanso, un cambio impresionante.

No he tenido visones de ningún tipo, no he "conectado", no he descifrado la esencia del ser, ni entiendo la armonía cósmica (aún), pero lo que es cierto, y estoy segurísimo de ello, es que la bendita medicina del espíritu, la madre ayahuasca, me está ayudando y mucho en mi vida, y sé que lo seguirá haciendo.

Con esto no quiero incitar a nadie a tomarla, como haría un buen chamán, solo espero que mi experiencia pueda servir en positivo a algún semejante.

Gracias infinitas Ana, lo sabes, a todo el equipo de chamanismo, a mis compañeros pasados y futuros, esto no se paga con dinero.

Bendiciones a todos.

"El hombre Ducati"