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Cuando una persona experimenta impulsos suicidas, pueden deberse a diversas razones. Entre ellas, se destaca la posibilidad de posesión, presencia de entidades, energías negativas, parásitos o depredadores que absorben su energía, induciéndola a quitarse la vida para robarle esa energía. Al abandonar su cuerpo físico y transformarse en espíritu, puede ocurrir un fuerte robo de espíritu, a veces relacionado con eventos marcados en la línea familiar o ancestros. Los impulsos suicidas también pueden vincularse a deudas, promesas, juramentos o situaciones pasadas que persiguen a la persona, y puede haber un representante familiar experimentando la misma circunstancia para liberar a la familia.

Es relevante examinar estos aspectos, ya que atentar contra la vida no es ético ni correcto. Comparativamente, se menciona que los animales, que aman la vida y viven en el presente, no se suicidan. Otra circunstancia que puede llevar al suicidio es la falta de aceptación de situaciones imprevistas o incontrolables. Es posible identificar y ayudar a la persona con estos impulsos suicidas, destacando que el acto no marca el fin total, ya que la vida continúa en otra forma, y nuestro espíritu es eterno e infinito.